sábado, 10 de diciembre de 2016

¿Vos haces algo hoy?

Un sábado que podría ser como cualquier sábado. Pero no lo fue. Por lo menos hasta hace tres minutos.

Comenzó hace 16 horas, muy temprano, desayunando mientras intentaba recordar cómo era que había logrado obtener el costo del mantenimiento de un puente en un tramo de un camino rural hace 5 años atrás cuando cursé ésta materia que hoy intento aprobar. Ésto ya lo hizo un sábado diferente a cualquiera de éste año al que sólo le quedan 3 sábados.

La reunión de media mañana me encontró malhumorada, con dos termos de mate encima y cansada. Nada nuevo. 

Un mediodía de asado de campo, amigos, sus hijos, y un sentimiento de soledad que no me abandona desde hace tanto que ya ni recuerdo. Exceptuando por ese sentimiento con el que convivo y al que aprendí a abrazar no fue un plan de sábado cualquiera. Un sábado sin trabajar. Un sábado sin sentir soledad en un pueblo solitario donde te ven de reojo haciéndote sentir más sólo. No, no era un sábado como cualquier sábado.

Un sábado de comprar cerveza para que mi hermano, que nunca hace asado, haga un asado a leña, como nunca se hizo en ésta casa. No era cualquier sábado. 

Un sábado de aprender cómo resolver una curva de radio mínimo en una trocha sin que el vehículo sienta un cambio brusco. Eso sí que lo hace un sábado diferente a cualquiera de mi vida. 

Un sábado escuchando buena música que me llevó a los '90 para nuevamente preguntarme divertida porqué no me gustaba entonces y sí me gusta ahora. 

Una cena mirando un partido. Un partido que no se terminó de ver para evitar frustraciones a los comensales. Una cena abundante y de muy buena charla, como hacía meses no ocurría. Un sábado que no fue cualquier sábado.

Una sobremesa de planes. todos tenían planes. Alguien me pregunta: ¿vos haces algo hoy? 

El nudo en la garganta no me dejó responder con la voz e improvisé una negación relajada moviendo la cabeza. Se me nubló la vista al tiempo que tomaba mucho aire e intentaba prestar atención a la publicidad de una nena escribiéndole a Papá Noel para que este no se convirtiera en un sábado como cualquier otro. 

Un sábado que no fue un sábado como cualquier sábado. Pero lo terminó siendo.

Tengo sueños, tengo ilusiones, y cada sábado por la noche sobrevuelan bajito para recordarme que sólo existen acá, en mi cabeza, que son ideas playitas que no remontan vuelo y cada sábado se instalan frente a mis ojos para recordarme la vida que me gustaría estar viviendo pero que no tengo. 

Un sábado sola. En mi cama. Leyendo algo que alguien alguna vez y al pasar me recomendó. Como cualquier sábado.