sábado, 20 de mayo de 2017

bonds

Los vínculos habían logrado, en verano, que la desolación de ese entonces quedara opacada por momentos de felicidad. Pero ya no es verano. Los vínculos tienen otras responsabilidades, otros tiempos, otros vínculos. Los vínculos lastiman, ¿Cuántas veces habré pensado de forma radical algo como: Si nunca hubiera conocido a tal persona ahora no estaría lamentando su distanciamiento? Pero también necesito de ellos para iluminar mi desolación, mi gran desesperanza. En una suerte de lucha de intereses entre querer tener a la gente cerca y desear que nadie se me acerque para no sufrir las consecuencias de un vínculo que no llena.
EN medio de ese "tire y afloje" me descubro diferente a los demás en un aspecto. Mi vínculo con los demás es mucho mas importante para mí que mi vínculo conmigo. Y eso es lo que me diferencia de los demás. 
La gente, naturalmente, como miembro de la sociedad, como patrón de comportamiento sano cuida su huertita, la huertita propia, la que es de ellos y depende de ellos. A nadie le interesa la huertita de los demás. A mi me interesan las huertitas de los demás, a mi me encantaría que los demás se preocuparan de mi huertita. De hecho, sueño con un día compartir una huerta con otra persona. 
Pero la gente cuida la propia, no le interesa la mía. Y está bien. Cada uno se mueve de acuerdo a sus intereses, a sus posibilidad y a sus tiempos. Soy yo la que estoy parada en un lugar desfavorable. Desfavorable para mi, claramente. Porque mi huerta se está muriendo. Ya ni siquiera me interesa cuidarla. Se está secando.
Embebida en desolación, en una eterna espera sin sentido. Perdiendo el respeto por mi misma y humillando a la dignidad que me sostenía.

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