jueves, 2 de enero de 2020

amor/dolor

Escuchando a una influencer que, además de subir historias a instagram, es psicóloga, me hizo reflexionar respecto del vínculo que existe entre el dolor y el amor.

El dolor es transformador, pero no es la causa mas importante que la transformación.
El amor es muchísimo más poderoso, la transformación desde el amor es muchísimo más grande que la transformación desde el dolor.
pero es mucho más fácil acceder al dolor que al amor. El amor nos cuesta, no llegamos a él con la facilidad con que accedemos al dolor. Somos mucho mejores para lastimar, lastimarnos y dejarnos lastimar, que para amar, amarnos y dejarnos amar.
Muchas veces el dolor y el amor están tan juntos, que por escapar del primero, nos perdemos el segundo, que es el más transformador, y además, sana.

Tanto el dolor como el amor nos transforman. Pero el dolor hiere, y el amor lo sana.

lunes, 11 de febrero de 2019

Nunca seré suficiente.

Nunca soy suficiente para aquellos a quienes aspiro, a quienes admiro.
Aspiro a alguien a quien admirar y que me admire, pero nunca voy a llenar esas manos tan grandes. 
Debería aprender a conformarme con alguien pequeño, alguien simple. Ya me lo dijo un amigo una vez: "no tiene nada de malo que seas una cajera que se enamora de alguien sin formación". En el momento que me lo dijo sentí que nunca nadie me había dicho algo tan triste. Y hoy estoy decidida a hacer realidad esa premisa.

No puedo seguir volando por los aires cuando la vida me sigue demostrando que no puedo aspirar a la grandeza con la que sueño.

Nunca voy a ser suficiente para llenar sus manos.

domingo, 23 de julio de 2017

Bolsa de cariño

Estoy decidida a no encariñarme con la gente. Porque cuando la gente no corresponde ese cariño uno se queda con una gran cantidad de cariño huérfano en una gran mochila. Eso pesa, es una carga, y uno está solo para llevarla.
El cariño huérfano exige, es como un niño que no puede valerse solo, no colabora, es un peso muerto y pesa mucho, y uno se va deformando de tanto llevarlo solo.
Llega un momento en que te das cuenta de que uno sólo no puede hacerse cargo de ese cariño y se pregunta: ¿dónde me meto éste cariño no correspondido? y (obviamente) se nos ocurre metérnoslo en el culo.
Y en ese momento ya no sabés qué te duele más, el culo o la soledad.
Como sea que lo resuelvas, duele. El menor de los males, entonces, es no encariñarse.

martes, 11 de julio de 2017

1007

La desolación se vuelve a cada paso más sombría, todo cuanto me rodea se vuelve de piedra, se ve como piedra, sabe a piedra, se siente como piedra. 
Descubrir cada día que no soy digna de aquello por lo que mi alma estalla me convierte en lo que siempre temí. 
La apatía en la vanguardia y la distancia ante todo.

sábado, 20 de mayo de 2017

bonds

Los vínculos habían logrado, en verano, que la desolación de ese entonces quedara opacada por momentos de felicidad. Pero ya no es verano. Los vínculos tienen otras responsabilidades, otros tiempos, otros vínculos. Los vínculos lastiman, ¿Cuántas veces habré pensado de forma radical algo como: Si nunca hubiera conocido a tal persona ahora no estaría lamentando su distanciamiento? Pero también necesito de ellos para iluminar mi desolación, mi gran desesperanza. En una suerte de lucha de intereses entre querer tener a la gente cerca y desear que nadie se me acerque para no sufrir las consecuencias de un vínculo que no llena.
EN medio de ese "tire y afloje" me descubro diferente a los demás en un aspecto. Mi vínculo con los demás es mucho mas importante para mí que mi vínculo conmigo. Y eso es lo que me diferencia de los demás. 
La gente, naturalmente, como miembro de la sociedad, como patrón de comportamiento sano cuida su huertita, la huertita propia, la que es de ellos y depende de ellos. A nadie le interesa la huertita de los demás. A mi me interesan las huertitas de los demás, a mi me encantaría que los demás se preocuparan de mi huertita. De hecho, sueño con un día compartir una huerta con otra persona. 
Pero la gente cuida la propia, no le interesa la mía. Y está bien. Cada uno se mueve de acuerdo a sus intereses, a sus posibilidad y a sus tiempos. Soy yo la que estoy parada en un lugar desfavorable. Desfavorable para mi, claramente. Porque mi huerta se está muriendo. Ya ni siquiera me interesa cuidarla. Se está secando.
Embebida en desolación, en una eterna espera sin sentido. Perdiendo el respeto por mi misma y humillando a la dignidad que me sostenía.

sábado, 10 de diciembre de 2016

¿Vos haces algo hoy?

Un sábado que podría ser como cualquier sábado. Pero no lo fue. Por lo menos hasta hace tres minutos.

Comenzó hace 16 horas, muy temprano, desayunando mientras intentaba recordar cómo era que había logrado obtener el costo del mantenimiento de un puente en un tramo de un camino rural hace 5 años atrás cuando cursé ésta materia que hoy intento aprobar. Ésto ya lo hizo un sábado diferente a cualquiera de éste año al que sólo le quedan 3 sábados.

La reunión de media mañana me encontró malhumorada, con dos termos de mate encima y cansada. Nada nuevo. 

Un mediodía de asado de campo, amigos, sus hijos, y un sentimiento de soledad que no me abandona desde hace tanto que ya ni recuerdo. Exceptuando por ese sentimiento con el que convivo y al que aprendí a abrazar no fue un plan de sábado cualquiera. Un sábado sin trabajar. Un sábado sin sentir soledad en un pueblo solitario donde te ven de reojo haciéndote sentir más sólo. No, no era un sábado como cualquier sábado.

Un sábado de comprar cerveza para que mi hermano, que nunca hace asado, haga un asado a leña, como nunca se hizo en ésta casa. No era cualquier sábado. 

Un sábado de aprender cómo resolver una curva de radio mínimo en una trocha sin que el vehículo sienta un cambio brusco. Eso sí que lo hace un sábado diferente a cualquiera de mi vida. 

Un sábado escuchando buena música que me llevó a los '90 para nuevamente preguntarme divertida porqué no me gustaba entonces y sí me gusta ahora. 

Una cena mirando un partido. Un partido que no se terminó de ver para evitar frustraciones a los comensales. Una cena abundante y de muy buena charla, como hacía meses no ocurría. Un sábado que no fue cualquier sábado.

Una sobremesa de planes. todos tenían planes. Alguien me pregunta: ¿vos haces algo hoy? 

El nudo en la garganta no me dejó responder con la voz e improvisé una negación relajada moviendo la cabeza. Se me nubló la vista al tiempo que tomaba mucho aire e intentaba prestar atención a la publicidad de una nena escribiéndole a Papá Noel para que este no se convirtiera en un sábado como cualquier otro. 

Un sábado que no fue un sábado como cualquier sábado. Pero lo terminó siendo.

Tengo sueños, tengo ilusiones, y cada sábado por la noche sobrevuelan bajito para recordarme que sólo existen acá, en mi cabeza, que son ideas playitas que no remontan vuelo y cada sábado se instalan frente a mis ojos para recordarme la vida que me gustaría estar viviendo pero que no tengo. 

Un sábado sola. En mi cama. Leyendo algo que alguien alguna vez y al pasar me recomendó. Como cualquier sábado.

martes, 5 de abril de 2016

2016. Tampoco será mi año.

Tengo más de 30 años.
No tengo un trabajo fijo.
No estoy haciendo aportes.
No tengo un título.
No lo voy a tener en breve.
No tengo obra social/mutual/prepaga.
No estoy casada.
No tengo hijos.
No tengo un solo peso para comprarme algo.
Estoy llena de deudas.
No tengo ningún elemento para cumplir al menos uno sólo de mis sueños.
Tengo que madrugar igual.
Tengo insomnio.
No tengo más salud.
No tengo más ganas.
Tome muy malas decisiones. Todas. Siempre.
No puedo volver el tiempo atrás.
No tengo, no quiero.
No.